Se despierta el corazón

Llega sin pedir permiso, 
tan suave como abrumador,
el aire que envidia el invierno 
por su calidez hecha color.

Celoso mira el frío, 
que sin piedad aniquiló 
lo que quedaba de este vino, 
lo que quedaba de tu amor.

A su paso desparrama
verde claro y una flor,
la primavera está llegando, 
se despierta el corazón. 

Si me hubieses escuchado

Si me hubieses escuchado sabrías
que no todo es lo que parece,
que un árbol ni bien crece
ya es visto como papel.
Y que aunque yo así no lo quiera,
en mi cuaderno y en hilera,
yacen planos y extendidos
los martirios de su piel.

Si me hubieses escuchado sabrías
que la esquina de mi sonrisa
no se dobla ante la mentira,
que se cansa de aparecer
entre los que traicionan al espíritu
por quererse enaltecer.

Si me hubieses escuchado sabrías
lo que dicen estas líneas
sin que yo te lo repita,
sin poderte sorprender.

Como vos no me escuchaste
(ni siquiera te alteraste),
viste un árbol, no pensaste
en mil kilos de papel.


Te necesito

Te necesito alegría
para encontrar el atajo
que me lleve a admirar el río
y no a competirle en llanto.

Te necesito sonrisa
para mostrarle al espejo 
que si él se sonríe
es porque yo sonreí primero.

Te necesito corazón
latiendo fuerte y sano, 
dispuesto a levantarte 
a pesar de estar golpeado.

Te necesito aire fresco
soplando suave en mi cara, 
para borrar el dolor 
y volver a empezar mañana.

Llevate

Llevate mi dolor
con lo que queda de la noche.

Llevate mi corazón
a un mundo nuevo sin reproches.

Llevate mi desgano
lejos de mi cercanía.

Llevate mi cansancio
al amanecer de otros días.

Llevate mi birome
y este intento de poesía.




Soy como la Luna

Soy como la Luna: mucho más de lo que ves.
La parte que brilla cambia cada dos por tres.

A veces avanza,
y completa un redondel.
Y cuando retrocede,
es para desaparecer.

A medio camino,
el lado que elijo es el que soy
un vaso medio vacío,
o medio lleno de emoción.

Y cuando queda un hilo,
a todos llama la atención
¿Seguirá avanzando,
o se irá lejos del sol?

Estoy llena de golpes,
fruto de la colisión
de cuerpos distantes
que dejaron su lección.

Soy como la Luna: mucho más de lo que ves.

La parte que brilla es la que se hace querer.

Cómo explicar

Cómo explicar que le escribiría siempre, aunque parezca pura repetición
cómo explicarles todo lo que yo veo
cuando el que mira es el corazón.

Cómo explicar que lo dibujo en el aire, con su perfume que me sobró de ayer
y que pasa a estar donde no estaba antes
y que de repente, todo vuelve a ser.

Cómo explicar la bondad en su mirada, aunque muchos ya saben bien
que él da sin esperar nada,
que es más grande de lo que él cree.

Cómo explicar la inmensidad de su calma, con la que cura hasta conocer
cada tropiezo, cada palabra,
cada esquina de mi ser.

Cómo explicar dónde empieza, y dónde termina su corazón
cómo explicar que hoy yo amo
porque él es mi razón.

Lluvia

No sé si me duerme o si me despierta,
sólo sé que cae para convertir 
tu recuerdo hecho semilla 
en el brote de mi porvenir.

Cae de lleno en mi ventana
la lluvia que te vio partir, 
ruge fuerte, escucha nada, 
mata para construir.

De a poco se va calmando,
cansada de llorar, 
la responsable de este tallo verde 
que está listo para pelear

Por el sol que le corresponda, 
por su derecho a proliferar,
por el deseo de que sus frutos 
sean historias nuevas para contar.


A quienes quise olvidar

A quienes quise olvidar les regalo
su recuerdo en mi pasado, su pasaje a otro destino
era otro su camino, uno solo su legado.

A quienes quise olvidar les regalo
mi sonrisa en otro espacio,
mi perfume fresco y rancio
que hoy quema en otra piel.

Mis zapatos desatados,
mi voz en sus tonos bajos,
mis miradas sostenidas
que hoy no los buscan ver.

Mi frente siempre en alto (por las trabas de sus pies),
mis raspones de su asfalto, las mil calles del ayer.

A quienes quise olvidar les regalo
un minuto del presente,
mi compañía cuasi ausente,
de no ser por esta vez.

Crónica de un crimen

Hay una muerte a la que todo el mundo le adjudica una causa natural, cuando no es más que el crimen más impune de la historia. Una muerte en la que, si su víctima se adivinara desde el principio, nos sacaría todas las ganas de vivir. Y, sin embargo, es ella la razón por la que vivimos; mejor dicho, es por ella que nos desvivimos.

No somos más que testigos y hasta cómplices de su muerte, y el principal verdugo, señalo, es el tiempo. Es por él que este crimen parece natural; se viste de antecesor y primitivo, y al final no es más que una invención humana. He aquí nuestro error número uno: le hemos dado al tiempo vida propia. Hicimos de él un ente, hecho y derecho, que hasta llegó a reproducirse y tuvo relojes, calendarios, agendas y despertadores, por nombrar algunos de sus hijos. Tuvo hijos, sí, que a su vez hoy tienen de hijos a (casi toda) la humanidad. Nos ayudan a organizarnos, sí… pero jamás a salir de su estructura. Pocos lo lograron, y muchos menos son los que se escapan exitosamente y a voluntad hacia el edén que promete la anacronía.

El tiempo se vale de sus propios sicarios: el apuro y la tranquilidad. Opuestos en sus tareas, trabajan juntos por necesidad. El primero, con aires de brutalidad, sofoca, empuja, aplasta, pisotea… bloquea al corazón y se lo entrega, rendido, al segundo. La tranquilidad, por su parte, lo desbloquea, lo anestesia y lo nutre de energía para caer en manos del apuro nuevamente, tarde o temprano.

Pero el tiempo trabaja para el autor material y dueño de esta mafia;  o mejor dicho, autora, y esa “a” al final alcanza y sobra para demostrar tanto el poder como el alcance de los encantos femeninos. Ella es nada más y nada menos que la vida. Única para los que no creen en la reencarnación y de un comportamiento uniforme si se dejaran de lado todas las religiones, los colores e ideologías. Honrarla a voluntad sería nuestro error número dos… pero de ser así, estaríamos volcando el vaso a propósito para que se quedara medio vacío. He aquí la más dependiente de nuestras complicidades: la vida nos da, y mucho…y así como nos da, también nos quita. Pero es un negocio, su negocio, que a nosotros también nos beneficia. Y si no nos beneficia, nos hace buscar la forma de que así sea… a cambio de sangre, sudor y lágrimas.

Por eso, cuando el amor muere entre las personas, se le adjudica una causa natural a su muerte. Normalmente, se dice que fue por el tiempo, porque lo desgastó. Que fue por el apuro, que lo sofocó. Que fue por la tranquilidad que, ejecutando una rutina mortal, lo apagó.

Y la única responsable no va presa, porque no tiene superiores ni nadie que la descifre tanto como para dominarla. Peor aún, no hay nadie que quiera desistir de su negocio, y se cobra a todos nosotros, atados de pies y manos, cómplices y testigos, llorando ante el desamor.

Bandeja de plata

Servir el corazón en bandeja de plata,

sabiendo que la gente come con cuchillo y tenedor.

Cortan, prueban, escupen y tiran.

Algunos hasta cambian  el lujo de los cubiertos por una mano; mil veces más vulgar, pero igual de firme en la convicción de la herida.

Y al final queda poco… o nada. Una panzada limpia, o un desastre.

Una bandeja de plata vacía, esperando para lavarse.

Amor - dos puntos

Nunca me preguntaste qué quería… y sin embargo, parecías acertar.
No avisás cuando te vas… y mucho menos cuando volvés. Solo sé que dejás la puerta abierta y que yo la tengo que cerrar. Siempre lo mismo. Encima después te tengo que volver a abrir… porque claro, vos no te podés quedar afuera. Que te dé una llave me dijiste… olvidate. No te quiero tan instalado. Dejá un par de fotos si querés, una nota en la heladera, una flor en un jarrón… pero no hagas nada en mi nombre, porque más de una vez te vi volverte ciego. Más de una vez te escuché quedarte sordo. Cuando te vas lo hacés mudo, y cuando volvés me seducís para que te abra la puerta.
Quedate el tiempo que necesites. Sólo te pido que, si necesitás irte otra vez, no des un portazo ni digas nada demasiado cruel.
Y acordate: no hagas nada en mi nombre.

Yo ya hice todo en el tuyo.



Soltá

Cuando me soltaste, te perdí.
Cuando te perdí, me encontré.
Cuando me encontré, te solté.

Cuando te solté fui feliz.