Servir el corazón en bandeja de plata,
sabiendo que la gente come con cuchillo y tenedor.
Cortan, prueban, escupen y tiran.
Algunos hasta cambian el lujo de los cubiertos por una mano; mil veces más vulgar, pero igual de firme en la convicción de la herida.
Y al final queda poco… o nada. Una panzada limpia, o un desastre.
Una bandeja de plata vacía, esperando para lavarse.
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