Nunca me preguntaste qué quería… y sin embargo, parecías
acertar.
No avisás cuando te vas… y mucho menos cuando volvés. Solo
sé que dejás la puerta abierta y que yo la tengo que cerrar. Siempre lo mismo. Encima
después te tengo que volver a abrir… porque claro, vos no te podés quedar
afuera. Que te dé una llave me dijiste… olvidate. No te quiero tan instalado.
Dejá un par de fotos si querés, una nota en la heladera, una flor en un jarrón…
pero no hagas nada en mi nombre, porque más de una vez te vi volverte ciego.
Más de una vez te escuché quedarte sordo. Cuando te vas lo hacés mudo, y cuando
volvés me seducís para que te abra la puerta.
Quedate el tiempo que necesites. Sólo te pido que, si
necesitás irte otra vez, no des un portazo ni digas nada demasiado cruel.
Y acordate: no hagas nada en mi nombre.
Yo ya hice todo en el tuyo.
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